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DESARROLLO DEL APEGO

el apego seguro es un predictor de un adulto seguro y confiadoAunque en principio se llegó a la conclusión de que el contacto entre madre e hijo eran vitales para el desarrollo de un mayor apego, investigaciones recientes dan menor importancia a este hecho. Otros autores mencionan que entre las tareas del desarrollo para niños de 0-1 años se encuentra la regulación biológica: interacción armoniosa con los padres como formulación de una buena relación de apego, ya entre el año y año y medio, aparece la exploración, experimentación y dominio del mundo del objeto, con el cuidador como base segura para responder al control externo de los impulsos.

EL APEGO INFANTIL Y SUS CONSECUENCIAS

En el curso de la evolución, todas las especies tienden a permanecer en sitios familiares, en los que se sienten seguros, rechazando la soledad y lo desconocido. En un sujeto, la conducta de temor les hace apartarse de las situaciones potencialmente peligrosas, y la conducta de apego les empuja a las situaciones en las que se sienten a salvo. Sentimos atracción hacia determinados elementos del ambiente animado o inanimado, en especial gentes y lugares con las que nos hallamos familiarizados. Por otra parte, experimentamos rechazo por situaciones ambientales que nos proporcionan indicios naturales de peligro potencial tales como suelen ser: la soledad y lo desconocido.

En el hombre adulto la conducta de temor puede ser provocada por indicios que derivan por lo menos de tres fuentes:


1) Indicios naturales y sus derivados (desarrolladas en la infancia) 


2) Indicios culturales aprendidos por medio de la observación (desarrolladas gracias a la sociedad) 

3) Indicios aprendidos y utilizados con un mayor grado de perfeccionamiento, a los efectos de evaluar el peligro y evitarlo.

La respuesta de temor suscitada ante la inaccesibilidad de la madre, puede considerarse una respuesta adaptativa básica, una respuesta que, en el curso de la evolución se ha convertido en parte intrínseca del repertorio de conductas del hombre en virtud de su contribución a la supervivencia de la especie.


el establecimiento de un vinculo seguro hace al niño feliz y confiado
Según Yela (2000), el amor cumple funciones psicológicas básicas: compartir, afiliación (punto de partida para las relaciones interpersonales íntimas), protección, estabilidad y seguridad, intimidad, apoyo emocional, entrega, compañía, visión optimista del mundo, refuerzos básicos (atención y placer sexual), prestigio y reconocimiento social, autoestima y la reducción de ciertas inquietudes psicológicas (soledad, ansiedad, temor a estar solo en la madurez y en la vejez), no sentirse diferente a la mayoría y la transición de un estatus psicosocial a otro; socioculturales (transmisión de normas) e incluso evolutiva (fortalecimiento del vínculo entre los progenitores en la especie cuyas crías son más indefensas y necesitan protección). 



La ausencia de amor maternal durante la infancia se asocia a problemas psicopatológicos en la etapa adulta (histeria, inseguridad, temor al rechazo e intensa necesidad de aprobación); déficit psicológicos traducidos en una actitud de hostilidad ante el mundo y ante los demás. Sin embargo, el amor de madre depende en mucho del estilo de apego que haya desarrollado a través de su existencia, lo cuál repercutirá de igual manera en la seguridad que le transmita a su hijo al momento de nacer y durante los años posteriores, haciendo especial énfasis en los primeros meses de vida que son cruciales para el establecimiento del apego. Por lo tanto, se puede definir al apego como un "proceso de maduración a través del cual el cuidador principal de la infancia adquiere la calidad de un objeto de amor" 


El temor a la ausencia materna nace cuando el bebé aprende que, al hallarse ausente la progenitora, sus necesidades fisiológicas no pueden satisfacerse, lo cual redunda en la acumulación de peligrosas "cantidades de estimulación" que, a menos de descargarse, provocan una "situación traumática". El bebé descubre que al quedarse solo es incapaz de descargar esos elementos acumulados, la situación de peligro que intrínsicamente le provoca temor es "una situación de desamparo reconocida, recordada y esperada".

A partir de los primeros meses de vida y durante toda la existencia del ser humano, la presencia o ausencia (física) de una figura de afecto es una variable clave que determina el que una persona se sienta o no alarmada por una situación potencialmente peligrosa. A partir de esa misma edad y durante toda su vida, una segunda variable de importancia es la confianza o falta de confianza que experimenta la persona con respecto a la disponibilidad de la figura de apego (este o no presente físicamente) de responder a sus requerimientos cuando por alguna razón lo necesite

La familia tiene una función eminentemente protectora y socializadora. Dentro de ésta, el niño establecerá nexos con el mundo exterior, haciéndose patente a través de la seguridad que se vaya solidificando según las relaciones entre los miembros de la familia. Se producen alianzas y coaliciones que en parte definen su estructura funcional. La ruptura de una alianza o coalición implica la necesaria reestructuración de la dinámica familiar. Las relaciones afectivas familiares tempranas proporcionan la preparación para la comprensión y participación de los niños en relaciones familiares y extrafamiliares posteriores. Ayudan a desarrollar confianza en si mismo, sensación de autoeficacia y valía. Dentro de esta, la riqueza de las interacciones madre-hijo o cuidador-hijo es el predictor mas consistente de la habilidad, el conocimiento y la motivación en los niños 

La personalidad adulta se visualiza como producto de la interacción del individuo con figuras claves durante sus años inmaduros y, en particular, con las figuras de apego. Individuos que han crecido en un hogar adecuado, con padres afectuosos en la medida normal, y han tenido ante sí a personas que pueden brindarle apoyo, aliento y protección, y saben donde buscar todo ello suelen tener expectativas firmes y satisfechas; por lo que, como adulto, le resulta difícil imaginar un mundo distinto. Ello le hace sentirse seguro, de que toda vez que se vea en dificultades siempre tendrá acceso a figuras dignas de confianza que vendrán en su ayuda. Enfrentará al mundo con seguridad y, cuando se vea ante una situación alarmante, podrá encararla con eficacia, o buscar ayuda para hacerlo. 

La experiencia familiar de los niños que se convierten en seres relativamente estables y dotados de confianza en sí mismos, no solo se caracteriza por el apoyo que les brindan los padres cuando ello es necesario, sino también por el aliento que les brindan, de modo paulatino pero oportuno, para que vayan adquiriendo una autonomía cada vez mayor. Los adultos que desconocen la posibilidad de contar con figuras que le brinden apoyo y protección de manera constante, puede llegar a no confiar en la posibilidad de que siempre puedan tener acceso a una figura de afecto que les merezca plena confianza. Ven al mundo como algo impredecible y hostil, respondiendo en consonancia: apartándose de él o riñéndole Entre ambos extremos se encuentran las personas que pueden haber aprendido que una figura de apego sólo responde de manera positiva cuando se le hace objeto de mimos y halagos. Otros pueden haber aprendido durante la infancia que la respuesta deseada solo puede obtenerse si se cumplen determinadas reglas del juego. Siempre que esas reglas hayan sido modeladas y las sanciones tibias y previsibles, el sujeto podrá seguir creyendo en la posibilidad de obtener apoyo cuando lo necesite. Pero cuando las reglas son estrictas y difíciles de cumplir, y en especial cuando incluyen amenazas de quitar todo el apoyo, la confianza suele desvanecerse


ESTILOS DE APEGO Y RELACIONES INTERPERSONALES FUTURAS

ESTILOS DE APEGO Y RELACIONES INTERPERSONALES FUTURAS

El apego a la madre o cuidador primario es sólo uno, el primero de tres apegos verdaderos que ocurren en la vida. El segundo sería en la adolescencia tardía, la búsqueda del segundo objeto: la pareja. El tercero sería hacia el hijo o hijos.

Se pueden apreciar dos enfoques de estudio hacia los estilos de apego y su influencia en las relaciones interpersonales; por un lado, hay investigadores que se han abocado a explorar si la historia de un individuo podría influir en su estilo de apego hacia parejas románticas durante la edad adulta, tal como el realizado por Ochoa y Vázquez (1991), que mencionan que la adquisición de respeto y de confianza (en uno mismo y en los demás) serán buenos predictores de la satisfacción amorosa adulta .

Mientras que por otro lado, se han interesado en el proceso de cómo la gente con determinado estilo de apego mantiene sus vínculos afectivos en sus relaciones cercanas, moldeando la forma y el contenido de las mismas. Los estudios se han enfocado a analizar los modelos de trabajo internos que se forman a partir del proceso de socialización y del acumulo de experiencias agradables vs. Desagradables que se viven con la figura de apego. Tales modelos de trabajo tienen la función de guiar las expectativas individuales de acercamiento-alejamiento hacia la figura de apego.

RELACIONES ROMÁNTICAS

Hazan y Shaver han propuesto la "Teoría del apego sobre relaciones amorosas" en la que, establecen un paralelismo entre el tipo de relación amorosa adulta y el tipo de apego a la madre en la infancia. Ese vínculo niño-madre tenderá a reproducirse en la relación amorosa adulta futura. Aunque deja abierta la posibilidad del cambio en la socialización. Muchas formas de intimidad en las relaciones amorosas adultas (lenguaje, cogerse de la mano, abrazarse, etc.) son reminiscencias del contacto con los padres. Los amantes adultos se turnan en la interpretación de los roles de niño-a y padre-madre.

Feeney y Nooler (1991) constataron diferencias en la idealización de la pareja, en función de los estilos de apego. Los más idealizadores fueron los "amantes ansiosos"; los amantes "evitadores" fueron los que menos idealizaban a su pareja, mientras que los amantes "seguros" mostraban un nivel intermedio de idealización. Yela, por su parte encontró que los "amantes posesivos" eran más idealizadores que los "amantes compañeros", siendo los más idealizadores los "amantes lúdicos". Se ha constatado que la fidelidad sexual presenta una elevada correlación con el estilo amoroso "maniaco" o "posesivo". Respecto a la satisfacción, los "pasionales" tienden a resultar los de mayor satisfacción amorosa, mientras que los "posesivos" aparecen como los de menor satisfacción tanto amorosa como sexual.

Varios estudios han determinado que algunas características que se presentan en las relaciones íntimas que establecen las personas tienen mucho que ver con sus estilos de apego individuales. Las personas con estilo seguro tienden a desarrollar modelos mentales de sí mismos como amistosos, afables y capaces, y de los otros como bien intencionados y confiables, ellos encuentran relativamente fácil intimar con otros, se sienten cómodos dependiendo de otros y que otros dependan de ellos, y no se preocupan acerca de ser abandonados o de que otros se encuentren muy próximos emocionalmente. Las personas con estilos ansiosos tienden a desarrollar modelos de sí mismos como poco inteligentes, inseguros, y de los otros como desconfiables y reacios a comprometerse en relaciones íntimas, frecuentemente se preocupan de que sus parejas no los quieran y sienten temor al abandono. Los con estilo evasivo, desarrollan modelos de sí mismos como suspicaces, escépticos y retraídos, y de los otros como desconfiables o demasiado ansiosos para comprometerse en relaciones íntimas, se sienten incómodos intimando con otros y encuentran difícil confiar y depender de ellos 

Siegel (1986) ha subrayado el importante papel del amor como estimulador del sistema inmunológico

CELOS FRATERNOS Y APEGO INFANTIL

En cuanto a la influencia de los estilos de apego en los celos fraternos, se ha encontrado que para que los celos aparezcan debe establecerse el apego hacia la figura materna. Se debe poseer el cuidado, atención, protección y cariño de la madre.

El apego que conlleva a los celos fraternos transcurre por los siguientes estadios: 

1) preferencia por los miembros 

2) interacción privilegiada con las figuras de apego sin rechazar a los desconocidos 

3) interacción de forma privilegiada con las figuras de apego y rechazo de los desconocidos 

4) vinculación, conflicto e independencia 

5) paso de la tríada a la tétrada familiar; ante esta situación 


a) la madre disminuye las interacciones positivas y aumenta las prohibiciones y fricciones, 

b) el niño aumenta sus conductas de apego hacia la madre, incrementa sus reacciones negativas, regresivas y otros síntomas. Los celos aquí experimentados son inevitables en la fase de independencia de la figura de apego 

Existe una mayor vulnerabilidad cuando la llegada del hermano se produce antes de los cinco años, debido a que la dependencia respecto de la madre todavía es tan elevada que la ruptura del vínculo establecido afectará con mayor intensidad a un niño pequeño.

Los niños con un temperamento negativo tienden más a incrementar la introversión, problemas de sueño y la dependencia tras el nacimiento de un hermano. Cuando se trata de niños a los que se ha atendido sus necesidades y peticiones con prontitud, pueden tolerar de mala gana las inevitables demoras que se producen al tener que atender al bebe. Se acentúa la baja tolerancia a la frustración.







RELACIÓN ENTRE EL APEGO Y LOS TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS

TRASTORNOS PSIQUIÁTRICOS Y EL APEGO


La naturaleza de muchos tipos de trastornos psiquiátricos, los estados de ansiedad y depresión producidos en la vida adulta pueden relacionarse de manera sistemática con los estados de ansiedad, desesperación y desapego descritos por Burlingham, Freud y otros. Estos estados se provocan fácilmente, siempre que se separa a un niño pequeño de la figura materna durante un periodo prolongado, cuando aquél prevé la separación, o cuando la separación es definitiva (Bowlby, 1985; 1998).

También se han realizado investigaciones con el fin de demostrar que los distintos estilos de apego están asociados a ciertas características personales sobre todo con los trastornos de ansiedad, depresión y el trastorno límite de personalidad. Por ejemplo, Buchheim, Strauss, y Kächele (2002) observaron que existía una asociación entre el estilo de apego ansioso, las experiencias traumáticas sin resolver, y el trastorno de ansiedad y la personalidad límite. Rosenstein, y Horowitz (1996) por otro lado, demostraron que los adolescentes con una organización de apego evitativo eran más susceptibles a desarrollar problemas de conducta, abuso de sustancias, trastorno de personalidad narcisista o antisocial, y rasgos paranoicos de la personalidad. Mientras que aquellos con una organización de apego ansioso eran más susceptibles de desarrollar trastornos afectivos o un trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo, histriónico, límite o esquizoide